Un truchimán es literalmente un hombre trucha. También se le puede llamar trujimán o trujamán.
¿Y qué le sucede a un trucha? Pues que es una persona sagaz y astuta y poco escrupulosa en su proceder.
Y siguiendo con las lancurdias, ¿sabéis que le pasa a alguien que se pone trucha? Pues que abre los ojos.
Pero la cosa no acaba aquí. Un truchimán es también un intérprete. Sí, esa persona que hace lo mismo que el traductor de Google pero que además se le entiende.
Además, para esta apasionante vocación, muy común en mis lectores a los que agradezco tanto, se reserva una palabra todavía más molona que la que titula este artículo y es dragomán.
Ya me gustaría a mi que en mi curro me llamaran el «dragomán» en lugar de el «puto informático»...